El
espíritu navideño comienza a instaurarse en nuestros días cada año con más
prontitud. Las luces, los adornos, los turrones a la venta desde octubre, los
escaparates y anuncios (no olvidemos que la navidad es un negocio más) nos
avisan de su llegada.
Pero
desde un punto de vista menos comercial, la navidad es una época fantástica,
nostálgica y familiar, donde las nuevas esperanzas tienen cabida y los sueños
parecen ser más protagonistas. Nos embargan la ilusión y las sonrisas. Lo malo
de todo esto, es que cuando llega
febrero todas esas ilusiones vuelven al lugar de donde emergieron, y solo
nos queda pensar que fue bonito mientras duró. Demasiadas falsas promesas y
propósitos.
Creo
que lo verdaderamente importante es rodearte de tus seres queridos y disfrutar
de esos días llenos de luces, ilusión, cariño y algo de magia (para aquellos
que aún creen en ella). Los propósitos pueden aparecer en cualquier momento y
no hay que esperar a que llegue un 31 de diciembre para prometernos conseguir
algo.
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